Hoy les quiero comentar,
sobre un alimento que NUNCA había preparado: El Pavo.
Hace unos días, mi esposo
me había traído a la casa, una pechuga de pavo gigante, para que la cocinara.
Él, siempre tan confiado de
mis dotes en la cocina, estaba seguro de que me quedaría bien preparada.
Yo sin embargo, la miré con
recelo y la guardé directo en el congelador…
Luego, empecé a escuchar
que la carne de pavo tiende a secarse, que no es fácil prepararla, en fin… Hasta
que finalmente ayer, me armé de valor, investigué un poco en Internet, y
apelando a mi intuición decidí arriesgarme.
Preparación:
Simplemente tome la pechuga
de pavo (1 Kilo aprox.), la bañé por ambos lados con un chorrito de aceite de
oliva, y la condimenté con: Sal Marina, pimienta recién molida, ajo en polvo,
cebolla en polvo, hierbas italianas (romero, salvia, tomillo, orégano, laurel)
y un toquecito de páprika.
La coloqué sobre una rejilla,
para que se rostizara por ambos lados, y la cociné al horno por 50 minutos, a
una temperatura de 325°F
o 160°C.
*Al sacarla, la dejé
reposar 15 minutos antes de cortarla. Esto se debe hacer con todas las carnes, debido a que, durante
el proceso de cocción y por acción del calor, la coagulación de la proteína
tensa las fibras musculares. Como la carne se cocina y se contrae de afuera
hacia adentro, el jugo se dispersa hacia el centro de la carne, que es la parte
menos cocida. Si se corta de inmediato, los jugos terminan en la tabla de
cortar en lugar de permanecer en el interior de la carne.
Resultado:
Una pechuga de pavo
rostizada y jugosa.
Aprendizaje:
- Confiar en mi misma.
- Perderle el miedo a las cosas nuevas.
Conclusión:
A preparar pechuga de pavo
mas seguido!
Besos,
Astrid.
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